A conocidos y desconocidos, a los cercanos y a los lejanos, a los ricos y a los pobres. A todos debe llegar la gran alegria transmitida por el ángel a los pastores:
«No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»
Lucas 2, 10-12
Dios se manifiesta en un niño envuelto en pañales, en medio de la debilidad de nuestro mundo, en una familia humilde. Dios, desde este momento, nos ha marcado el lugar de encuentro que no está en grandes eventos, ni en magníficos templos. Dios se hace presente con toda su divinidad precisamente en la humanidad de Jesucristo.
En el día de hoy, le doy las gracias a Él y a los hermanos que me acompañáis en el camino, por las veces en las que en medio de las prisas lo reconozco, y soy capaz de, al igual que los magos de Oriente, postrarme ante su presencia. Ojalá estas fechas sean propicias para seguir viviendo el misterio de la encarnación durante todo el año.
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