sábado, 1 de agosto de 2015

Sacramento de la vida


Una de las cosas que aprendimos en los cursos prematrimoniales fue que el sacramento del matrimonio no es un sacramento puntual, sino que el día de la boda, es el comienzo del sacramento.
Dios, que se encarga de mostrarnos con la vida aquello que más nos conviene, deseó que el expediente eclesiástico estuviera incompleto para poder tomar conciencia de este hecho. Ayer 31 de Julio el expediente fue completado. Hace falta cuidar, dedicar tiempo, acompasar, convivir, para hacer del sacramento un verdadero matrimonio cristiano.
Por eso ahora, cuando han pasado 6 meses del día de la boda,  en los que hemos tenido tiempo para pasar por el corazón, para recordar, para rememorar, para poner nombre a tantas emociones que se mezclaban en esos días, es cuando queremos compartir con vosotros nuestros recuerdos de aquel día.
Lo primero que surge en nosotros es un sentimiento de agradecimiento por tantos que colaboraron con la preparación de la boda. Los meses previos estuvieron caracterizados por la vorágine de la organización; deseábamos que todos se sintieran cómodos, acogidos. Contamos en esta preparación con la ayuda de muchos amigos, de la familia. Ellos hicieron posible que fuera un día inolvidable para nosotros. En el fondo, el día de la boda es un momento tremendamente especial para los dos contrayentes.
Acudimos al templo con una intensa ilusión y nerviosismo, sabiendo que el paso que íbamos a dar es para toda la vida y que es aquello que más nos ilusiona en nuestras vidas. Celebramos creyentemente el amor que nos tenemos y el amor que Dios nos tiene y que se manifiesta en el uno para el otro cada día. Agradecemos a Pepe su homilía, tan acertada, tan “nuestra”, a los que colaboraron en el desarrollo de la celebración, la música, el diseño y elaboración de los dípticos de los cantos, la preparación de las monición de entrada, la oración de los fieles, quien dispuso todo para que estuviera colocado y ornamentado en su momento. Dios que se hace presente en cada instante también estuvo, como testigo y artífice de nuestro amor, dándonos y regalándonos su Palabra, mostrándonos un ejemplo en el amor que Jesús nos tiene; no podía faltar la Eucaristía. Deseamos hacer de nuestro matrimonio una Eucaristía, una entrega en acción de gracias del uno para el otro, y un cáliz y una patena, con nuestros nombres grabados, son símbolo de este deseo  que hable también de ese Dios que se hace carne y se entrega por todos y cada uno de nosotros.

Y de la Misa a la mesa, el Jesús en el que creemos es el Dios de la alegría, de la bienaventuranza, por eso disfrutamos también de la celebración y la comida compartida, no faltó el jamón extremeño, ni los sabores andaluces, el cariño y afecto de tantos, los abrazos, los besos, las fotos, los momentos de nervios, ¡incluso hubo el baile de los novios! Las conversaciones con algunos, la sensación de que todo pasaba muy rápido, pero que nos quedaba toda la vida para seguir compartiendo la Vida, para disfrutar de cada instante, de cada momento en la confianza y seguridad de que tenemos muchísimas personas que nos quieren mucho.
El viaje de novios también fue una experiencia alegre y feliz. Una nueva oportunidad para cruzando el océano, conocer nuevos lugares, nuevos paisajes, y sobre todo convivir, contemplar y descansar. Por nuestras circunstancias particulares pasar todo el tiempo que podemos juntos es un regalo, la convivencia, la complicidad de estos días fueron uno de los mejores regalo de la boda. Contemplar la naturaleza que se nos regala, los animales, las plantas, esos maravillosos ecosistemas que hay en Costa Rica, descubrir una vez más como resulta fundamental afinar la mirada para descubrir lo realmente novedoso y excepcional. En muchas ocasiones los animales, las plantas más bellas pasaban desapercibidas para nuestros ojos, la ayuda del guía que nos invitaba a ver más allá, a fijarnos en la rama escondida donde aparecía el tucán. Al igual que en la vida, resulta fundamental estar con los ojos bien abiertos, para ver en profundidad, sin quedarnos en la superficie. Y también fue tiempo para descansar, vivimos en la “sociedad del cansancio” y tener un tiempo para descansar, para no pensar en exceso, para desconectar del trabajo e incluso de internet es un verdadero regalo, porque nos ayuda a comprender los dones que en la vida se nos regala.

Durante estos seis meses seguimos gozando con el regalo que se nos ha dado, con la alegría de poder sentirnos queridos de forma incondicional por el otro y de poder hacer camino juntos, junto a otros, en la Iglesia. Disfrutando del presente y con la mirada puesta en el horizonte, abiertos a la vida que se nos regala en cada instante, en cada momento, en cada persona.
Por todo ello, sólo surge en nosotros un agradecimiento profundo, y un deseo de seguir siendo y haciéndonos felices el uno al otro y a aquellos que tanto nos quieren. El camino, está claro, un amor, sin medidas, incondicional, servicial y gratuito. GRACIAS.

Nos casamos el 31 de Enero, festividad de S. Juan Bosco, y ayer 31 de Julio, festividad de S. Ignacio de Loyola, se completó el expediente eclesiástico; a estos dos santos nos encomendamos.